domingo, 3 de abril de 2011

Cuando la obsesión por el cuidado de la salud enferma.

Hhipocondríacos / Preocupados por el aspecto o por lo que comen.
Cuando la obsesión por el cuidado de la salud enferma.
 
Dietas restrictivas y hacer ejercicio en exceso son algunos de los trastornos frecuentes.   
 
Preocuparse -o, mejor aún, ocuparse- por el cuidado de la salud personal no está mal. Siempre y cuando uno no lo haga en forma exagerada y desmedida. Es
que a veces el perseguir una idea distorsionada de la salud puede incluso enfermar.
 
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con aquellos que pasan horas y horas en el gimnasio buscando una imagen corporal que jamás les será devuelta por el
espejo, porque lo que buscan es un blanco móvil. Hacer actividad física es sano, pero pasarse la vida acumulando músculo y sintiendo que siempre falta
más no lo es.
 
Comer muchas frutas y verduras también es sano, pero limitarse a comer las que proceden de una huerta orgánica y negarse a abrir la boca ante la presencia
de un tomate sin certificado de origen, optando por el ayuno como norma en las reuniones sociales deja también de ser saludable.
 
"Cuando alimentarme en forma saludable pasa a ser el eje de mi vida, y dejo a un lado placeres, pareja, amigos, salidas, descanso y restaurantes para seguir
con esta metarreligión, ése es un síntoma de que comer saludable se ha convertido en una obsesión, lo que también puede ser considerado un trastorno de
la conducta alimentaria", dijo a LA NACION la doctora Mónica Katz, directora de la carrera de médico especialista en nutrición con orientación en obesidad
de la Universidad Favaloro.
 
Según la doctora Katz, este tipo de obsesiones por la alimentación sana está hoy muy presente en la consulta del médico nutricionista.
 
"Vemos diferentes rostros: la obsesión por suplementos dietarios, hormonas, modas nutricionales, dietas pintorescas que todavía no poseen la posibilidad
de un aval científico, como la nutrigenómica, el veganismo o la macrobiótica fundamentalista. Es interesante preguntarle a un vegano por qué no ingiere
lácteos o cómo reemplazarlos, y no lo sabe..."
 
(Los veganos evitan los alimentos de origen animal por una cuestión filosófica, que se basa en respetar a los animales y evitar todo tipo de crueldad hacia
ellos.)
 
"No es que comer natural u orgánico sea malo, sino que hoy el mercado no posee una plena disponibilidad de estos productos", dijo Katz. Eso hace que las
personas con estas obsesiones "se queden fuera de la red social habitual".
 
Hipocondría y más
 
"La preservación de la salud forma parte de los hábitos de autocuidado dentro de cierta razonabilidad", afirmó el doctor Roberto Sivak, docente del Departamento
de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
 
"Se espera que se le dedique cierto tiempo y se cumpla con ciertas rutinas habituales, tras lo cual se debería poder afrontar otras actividades como el
trabajo, las relaciones afectivas, el ocio o el descanso."
 
Pero cuando se va al gimnasio de noche para escapar de la mirada de los otros porque a pesar los músculos ganados uno sigue considerándose un alfeñique,
como ocurre con quienes padecen vigorexia, esto no se cumple. "Las ideas obsesivas respecto a la imagen corporal y los hábitos alimentarios se encuentran
más en la adolescencia y en las mujeres, pero está aumentando en hombres y aparece incluso a edades más tempranas", comentó Sivak.
 
"La hipocondría es la preocupación excesiva por la salud, pero sin embargo hoy existen otras categorías que tienen que ver con las alteraciones de la percepción
corporal, que adquieren la característica de idea sobrevalorada y, por momentos, obsesiva -afirma el doctor Enrique De Rosa, especialista en trastornos
de ansiedad y profesor de la UBA-. Algunos de estos cuadros son el cuidado corporal obsesivo, el cuidado por el aspecto y las cirugías plásticas consecuentes."
 
Según De Rosa, "en los trastornos de este tipo se utilizan los abordajes cognitivo-comportamentales, que trabajan sobre las ideas o creencias que sustenta
estas obsesiones, y buscan modificar los comportamientos automatizados en función de esas obsesiones".
 
Sebastián A. Ríos.      

Un sistema evalúa a los taxis a través de mensajes de texto

Contra la inseguridad.
Un sistema evalúa a los taxis a través de mensajes de texto.
 
Permite conocer los antecedentes del vehículo que se requiere para viajar.   
 
En algunas ciudades circulan los taxis rosas conducidos por mujeres para brindar seguridad a las pasajeras; en otras, se instalan cámaras que desalientan
robos y ataques tanto de conductores como de usuarios y algunas utilizan cabinas aislantes.
 
En Buenos Aires opera un sistema de evaluación a través de mensajes de texto que envían los usuarios a una central para conocer más acerca de los antecedentes
de ese vehículo en materia de seguridad. Utilizar el servicio cuesta al usuario el valor del envío de un mensaje de texto.
 
No bien se manda el SMS al 11011 con el mensaje taxi, espacio, y el número de licencia del vehículo que figura pintado en amarillo en la puerta, el viaje
queda registrado y automáticamente se recibe una puntuación e información de seguridad sobre ese auto: desde reportes de conducción peligrosa por infracciones,
como cruzar la luz roja o exceder la velocidad permitida, hasta cuestiones como entregar billetes falsos o tomar caminos más largos.
 
Se trata de SaferTaxi ( www.safertaxi.com ), un sistema creado por un grupo de jóvenes emprendedores que ganaron un reconocimiento del Entrepreneurial Fellowship
de Harvard Business School y fue seleccionada como una de las mejores ideas de negocios en el Wharton Venture Initiation Program, una incubadora de start-ups
organizada por The Wharton School.
 
"El objetivo es mejorar la seguridad de los pasajeros. Se trata de un sistema de prevención porque cuando se manda el SMS, se recibe información y una puntuación,
que es el promedio resultante de la puntuación dada por los pasajeros que tomaron ese taxi. A partir de ese reporte, se puede tomar la decisión de permanecer
en el vehículo o no", contó a La Nacion el español Jesús Fernández, uno de los fundadores de la empresa. Precisamente, él vivió en Buenos Aires y padeció
algunas situaciones de inseguridad en taxis.
 
Al bajarse, el usuario puede evaluar el viaje y compartir su experiencia con otros miembros de la comunidad de SaferTaxi respondiendo al mensaje enviado
por la empresa en una escala de 1 a 5. Esta última es la máxima calificación. También puede añadir datos extra, como "maneja muy rápido" o "no hay cinturones
de seguridad".
 
De esa evaluación se obtiene el promedio que será enviado a un nuevo pasajero ante su requisitoria. Así, la puntuación de ese vehículo se actualiza permanentemente.
En algunos casos, puede que no haya información sobre ese vehículo y se reciba un SMS con la leyenda "sé el primero en evaluar este taxi".
 
"Un usuario puede puntuar el taxi una sola vez para evitar, por ejemplo, que un conductor altere la puntuación a su favor. Es un sistema justo, que puede
premiar a un conductor atento y responsable, y castigar a uno que no lo es", explicó Fernández.     

Multa a una compañía de telefonía celular.

Cláusula "abusiva".
Multa a una compañía de telefonía celular.
 
Es por el cobro para dar de baja una línea.   
 
Una empresa de telefonía celular fue multada por exigir a un cliente el pago de un canon tras haber solicitado la rescisión del contrato antes de que se
cumpliera el año del vínculo con la firma proveedora. Según la Justicia, la cláusula que impone ese pago es "abusiva".
 
La Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal consideró procedente la sanción impuesta por la Dirección General de Defensa y Protección al Consumidor
a la empresa de telefonía móvil.
 
La multa fue aplicada en función de lo dispuesto por el artículo 37 de la ley de defensa del consumidor, que penaliza la imposición de cláusulas abusivas
a los consumidores y usuarios.
 
La autoridad porteña, a cargo de la defensa de esos derechos, multó por un valor de 3200 pesos a la compañía CTI Móvil. Esta sanción se impuso como resultado
de la denuncia de un usuario, que intentó dar de baja una línea telefónica tras el robo de su celular, ya que, por cuestiones económicas, no podía afrontar
la reposición del aparato. La prestadora del servicio se negó a finalizar la relación contractual hasta tanto el cliente no pagara un cargo por el servicio
de activación, según los términos del acuerdo celebrado.
 
"Es un precedente muy bueno y alienta a los usuarios que son rehenes de empresas a reclamar ante la Justicia -dijo a La Nacion Susana Andrada, directora
del Centro de Atención al Consumidor-. La lista de cláusulas abusivas por parte de las compañías de telefonía celular es enorme y el hecho de firmar un
contrato no anula el derecho a reclamar ante este tipo de situaciones en las que, si hay duda, la Justicia debe darle la razón al más débil, es decir,
el usuario."
 
La resolución que decidió la aplicación de la multa fue apelada ante la Cámara por la empresa de telefonía móvil.
 
Para refutar la penalidad impuesta, la empresa puso énfasis en el carácter voluntario de la contratación y señaló, además, que la cláusula que establece
el cobro de un cargo por la activación de la línea sólo se aplica en caso de que el usuario se quiera desvincular de la empresa antes de cumplido un año
de la relación contractual.
 
En opinión de la Sala I del Tribunal Federal, la cláusula "resulta abusiva", pues no expresa en forma clara por qué se debe pagar el cargo en caso de rescisión;
cuáles son los estándares de razonabilidad, y cuál es la relación entre el cargo bonificado, el tiempo transcurrido y los porcentajes de pago.
 
"Si tales extremos no surgen de modo expreso o razonablemente implícito del acuerdo, más aún tratándose de un contrato de adhesión y la posición débil del
consumidor, cabe inferir que la cláusula encubre otros fines y, por tanto, constituye un abuso a los derechos de éste", afirmó el tribunal.     

Cáncer infantil: conocer para curar.

Editorial II.
Cáncer infantil: conocer para curar.
 
Es necesario que todos los pacientes reciban en el país el tratamiento adecuado en las mejores condiciones de cuidado.   
 
No es una "enfermedad rara" como se llama a aquellas que sólo afectan a muy pocas personas dentro de una comunidad. Sin embargo, el cáncer infantil tarda
muchas veces en ser diagnosticado correctamente y, aun así, en recibir el tratamiento adecuado. Por ello existe el Día Internacional del Cáncer Infantil,
que se celebra todos los años el 15 de febrero. Quizá se recuerde una de las campañas en la Argentina, la que promueve la iniciativa del uso de una prenda
blanca, en apoyo a los pequeños pacientes y que fue difundida este año por personalidades del mundo del deporte y del espectáculo.
 
Pero el pasado 23 de marzo, en la segunda edición del Twestival Local Buenos Aires -un evento con fines benéficos que se realiza en decenas de ciudades
en el mundo, para recaudar fondos y apoyar a organizaciones orientadas al bien común-, se eligió a la Fundación Natalí Dafne Flexer, de ayuda a niños con
cáncer, para darle a esta causa la difusión que necesita.
 
Todavía no se comprende bien que las situaciones que en el cáncer de adultos son muy serias y dolorosas en el que afecta a los chicos son aún más duras.
Los niños, sus padres y sus médicos saben que es una lucha cruel y desigual que se desarrolla minuto a minuto, y puede robarles la alegría a los chicos
y frustrar las esperanzas de las familias involucradas.
 
Una de las premisas fundamentales de las campañas sobre el cáncer infantil es que todos los pacientes tengan los mismos derechos: acceso al tratamiento
adecuado y en las mejores condiciones de cuidado. Cada año, alrededor de 250.000 niños en el mundo enferma de cáncer; hoy se cura aproximadamente el 70
por ciento de los casos de cáncer infantil.
 
Según la Fundación Natalí Dafne Flexer de Ayuda al Niño con Cáncer, en estudios de mortalidad infantil, Buenos Aires muestra los mismos índices que los
países desarrollados. Los resultados de estudios realizados en los principales hospitales de Buenos Aires arrojan resultados similares a los de hospitales
reconocidos de Europa. No ocurre lo mismo en el resto del país. La cantidad y complejidad de los centros existentes en el interior del país para la atención
de niños con cáncer resultan insuficientes.
 
De allí la importancia de que un encuentro internacional como el Twestival Buenos Aires haya dedicado su jornada especial a apoyar a una fundación que busca
con sus intervenciones dar a conocer mejor el tema, asegurar la calidad del tratamiento y el bienestar general de las familias y los pequeños pacientes.
 
Hay que recordarlo una vez más: de acuerdo con la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, todo niño tiene derecho a la vida, al tratamiento
de su enfermedad, a la rehabilitación y a la educación.     

Ruidos: alertan sobre crecientes trastornos.

Calidad de vida / Contaminación acústica en la capital.
Ruidos: alertan sobre crecientes trastornos.
 
Durante una recorrida, La Nacion comprobó que los niveles sonoros en algunas zonas superan los máximos establecidos por la OMS.   
Aunque aturde, es un enemigo silencioso. No sólo se encuentra en las grandes ciudades, aunque en éstas su incidencia es mayor. Se trata del ruido ambiental,
una amenaza constante y omnipresente que puede causar desórdenes y afectaciones auditivas, estrés, y ahora se sabe con no poca preocupación que, en algunos
casos, también infartos.
 
Un estudio publicado la semana pasada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la acústica es la segunda amenaza ambiental en importancia,
después de la polución del aire, y que es responsable de 50.000 infartos cada año en Europa.
 
La ciudad de Buenos Aires no es ajena a ese fenómeno. Incluso, la Capital figura en los rankings entre las diez ciudades más ruidosas del mundo. Y, claramente,
el mayor contaminante es el tránsito. La Nacion recorrió la ciudad con un experto y su decibelímetro, y pudo constatar que los niveles más altos de contaminación
acústica se producen en el centro porteño.
 
El cóctel de bocinas, sirenas de ambulancias, motores de colectivos y motos genera picos de hasta 91 decibeles en Corrientes y 9 de Julio. El promedio,
medido a las 17 en esa intersección, fue de entre 78 y 81 decibeles (dB). Según parámetros de la OMS, por encima de los 70 dB las emisiones son molestas,
y arriba de los 90 dB se vuelven dañinas.
 
"En una metrópoli hay más posibilidades de exposición a ruidos molestos. En general, lo que más le molesta a la población es el tránsito, aunque la sensibilidad
de cada persona es diferente", explicó Mónica Matti, fonoaudióloga de GAES Centros Auditivos, con quien La Nacion realizó el recorrido.
 
Precisamente, en una encuesta realizada por esa organización entre 362 personas en la Capital, en la provincia de Buenos Aires, en Córdoba y en Rosario,
el 70 por ciento de los encuestados respondió que es "en la calle" el lugar donde más problemas le generan los ruidos.
 
Otro punto crítico de la recorrida fue la intersección de las avenidas Corrientes y Callao. Allí, con los autos detenidos en el semáforo, los niveles de
ruido alcanzaban los 88 dB y el paso de una ambulancia hizo trepar el medidor a 104 dB.
 
En la Capital rige desde 2007 una ley que establece los niveles de ruido permitidos, según las zonas, e incorpora como herramienta para la instrumentación
de políticas el diseño de un mapa de ruido cada año.
 
"Es un drama. La ley no se pone en práctica por varios aspectos: uno de ellos es el mapa de ruido que hay que actualizar anualmente. Eso no permite definir
el nivel de ruido permitido en cada zona de la ciudad. Y otro elemento que no se cumple es el tema de los controles, en particular, lo que se refiere a
las fuentes móviles (automotores). Las mediciones son ocasionales, con una periodicidad baja y con un nivel de tolerancia alta", indicó Juan Manuel Velasco,
presidente del Partido Verde argentino y autor de la ley de contaminación acústica de la ciudad.
 
Javier Corcuera, presidente de la Agencia de Protección Ambiental porteña, señaló: "Estamos trabajando en el mapa de ruido y la intención es aumentar la
cantidad de controles. Lo que es evidente es que la antigüedad de las unidades del transporte público de pasajeros influye en el nivel de ruidos que hoy
tiene la Capital".
 
Según la repartición oficial, el año pasado se controlaron 22.504 vehículos y, por contaminación acústica, se labraron 530 actas de infracción. La multa
por superar los niveles permitidos de ruidos a los automotores va desde los 300 pesos hasta los 5000 pesos.
 
Según Velasco, otra cuestión que agrava la situación es que no se haya puesto en marcha la Verificación Técnica Vehicular (VTV), en la que los parámetros
de gases y ruido están incluidos. El gobierno porteño envió el pliego de licitación del sistema a la Legislatura, que lo debatiría este año.
 
La zona en la que se registró mayor nivel de ruido fue donde está emplazado el Aeroparque. En ese punto, al despegar un avión los dB subían a 146. La Nacion
también pudo comprobar que una esquina de Palermo -la de Santa Fe y Coronel Díaz- bajó el nivel de ruido respecto de años anteriores. Según las mediciones,
los niveles allí se mantenían en promedio entre 75 y 76 dB. En el mapa de ruido elaborado en 2005 ese lugar registraba hasta 80 dB. Los expertos lo adjudican
a la creación del contracarril, que obliga a desacelerar la marcha.
 
El subte, en la estación de plaza Miserere, de la línea C, también marcó niveles de ruido que no superaban los 78dB.
 
CLAVES
• Niveles permitidos. Según la OMS, por encima de los 70 decibeles las emisiones son molestas, y arriba de los 90 dB se vuelven dañinas.
• Ejemplos. En el campo, en silencio, se detectan unos 30 dB; en el interior de una casa, de día, 40 dB; una conversación normal, 60 dB; un automóvil a
baja velocidad, 70 dB; un colectivo acelerando, en promedio, 90 dB; un martillo neumático, 100 dB, y un avión despegando, medido desde el borde de la pista,
140 dB.
• Alerta sanitaria. Según un informe de la OMS, publicado la semana pasada, en Europa la contaminación acústica ha costado más de un millón de años de vida
saludable debido a enfermedades, disfunciones y muerte prematura.
• Una ciudad más silenciosa. Hace 30 años, el nivel acústico en las calles de Buenos Aires estaba entre los 50 y los 60 dB. Hoy, varias áreas de la ciudad
superan los 70 dB. Influye particularmente la antigüedad de los vehículos.
 
• Leyes. La Capital cuenta con una ley que sanciona a quienes superen los niveles de ruido permitido. Falta instrumentar la elaboración de un mapa cada
año.
• Multas. Para los automotores que violen los niveles de ruido permitido las multas oscilan entre los 300 pesos y los 5000 pesos.

Malvinas: la guerra, el hombre

 › OPINION
 
Malvinas: la guerra, el hombre
 Por Edgardo Esteban *
 
La guerra
 
La guerra de Malvinas es una parte de la historia reciente argentina. Los datos y testimonios reunidos a lo largo de estos 28 años han logrado quebrar el
silencio y poner al descubierto un hecho injusto: durante la guerra los soldados argentinos no sólo tuvimos que combatir al enemigo, sino el hambre, el
frío y la inaudita incompetencia y crueldad de nuestros propios jefes militares. Lo que vino después, el regreso, la posguerra, estuvo determinado por
la indiferencia de una sociedad traumada por su irreflexivo apoyo a la dictadura y el silencio y el olvido impuestos por los militares. Volver fue el comienzo
de un doloroso camino para una gran cantidad de soldados sacudidos por el horror vivido y por el porvenir, que ya no sería el mismo.
 
De alguna forma se combatió a los ex combatientes, dándonos la espalda, obligándolos a la marginación, sepultándolos en el olvido, la indiferencia. Resultado:
los suicidios de ex combatientes llegan a 500 casos aproximadamente.
 
La indiferencia social posterior al conflicto contrastó con el fervor patriótico que el 2 de abril de 1982 generó el anuncio de la "recuperación" de las
islas Malvinas, en boca de Leopoldo Galtieri. La Plaza de Mayo, teñida de color celeste y blanco, se colmó de miles de ciudadanos, entre ellos muchos reconocidos
dirigentes políticos y sindicales. Aclamaban al dictador, quien decía: "Si quieren venir, que vengan: les presentaremos batalla".
 
Al final de la guerra, el 14 de junio, todo cambió de golpe. Tras la derrota, esa misma gente trató de incendiar la Casa de Gobierno, echó a Galtieri del
poder y no quiso volver a hablar de Malvinas por mucho tiempo. El final del conflicto cerró el capítulo de la dictadura y fue un factor decisivo para la
reinstauración de la democracia, pero, en cuanto a la guerra, la sociedad no se hizo cargo de sus responsabilidades.
 
Al volver, las autoridades y la sociedad se comportaban como si los soldados fuéramos los responsables de la derrota. Hubo un acuerdo tácito para olvidar
la guerra, esconder a los que regresábamos y borrar de las mentes lo vivido. Para obtener la baja militar, los oficiales hicieron firmar a los soldados
una declaración jurada, en la que nos comprometíamos a callar y por ende a olvidar. Hablar de lo ocurrido durante la guerra fue lo primero que nos prohibieron.
Así, el dolor, las humillaciones, la frustración, el desengaño, la furia, quedaron dentro de cada uno de nosotros hasta tornarse insoportables en muchos
casos. Es que hablar, contar, era el primer paso para exorcizar nuestro infierno interior y empezar a curar las heridas. Pero no se podía, eran cuestiones
de Estado. De modo que el regreso fue cruel, en silencio, a escondidas. La bienvenida quedó para la intimidad del hogar.
 
No está en discusión el justo reclamo de soberanía que Argentina mantiene sobre las islas desde 1833. Pero eso nada tiene que ver con el análisis descarnado
de lo ocurrido en 1982. Durante mucho tiempo se ha preferido eludir la autocrítica de la derrota, de la que nadie quiso hacerse cargo. Galtieri y Jorge
Anaya murieron sin haber hablado, sin enfrentar sus responsabilidades políticas y militares.
 
El genocidio iniciado por los militares el 24 de marzo de 1976 continuó de algún modo en Malvinas. La misma crueldad, el mismo desprecio por la vida ajena,
la misma cobardía. En las islas, los militares cometieron aberraciones denunciadas por quienes las sufrieron en carne propia: tortura física y psicológica
y estaqueos. Hubo excepciones individuales, sumadas a la valentía y capacidad técnica de los pilotos de la Fuerza Aérea que quedan fuera de estas calificaciones.
 
Un digno general de la Nación, Benjamín Rattenbach, elaboró en 1983 un informe, a pedido de la Comisión de Análisis y Evaluación Político-Militar de las
Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur. El informe califica la Guerra de Malvinas como una "aventura irresponsable". Señala que cada arma funcionaba
por su cuenta, que carecían de preparación y que la conducción estuvo plagada de errores. Sobre esta base, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas condenó
a reclusión y destitución a: Galtieri por 12 años; al almirante Jorge Anaya por 14 años y al brigadier Basilio Lami Dozo por 8 años. No hubo otros condenados.
Finalmente los tres fueron indultados en 1990 por el presidente civil Carlos Saúl Menem.
 
El descarnado informe del general Rattenbach fue silenciado por sus camaradas, que no quisieron hacerse cargo del debate y asumir una autocrítica sobre
lo ocurrido.
 
El hombre
 
La difícil recuperación de las secuelas de la guerra y de la reinserción social y el Trastorno de Estrés Postraumático (TEP) afectó en diverso grado a todos
los ex combatientes. El TEP es un estado depresivo crónico, propio de alguien que ha experimentado de forma directa la guerra. Genera una constante sensación
de temor, angustia y pesadillas, miedos, problemas de relación, irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño, sobresalto, un elevado nivel de violencia
e irritabilidad, inclinación por las adicciones, entre tantos síntomas. Sin ayuda psicológica es difícil la recuperación.
 
Durante años no hubo ningún tipo de asistencia ni ayuda, recién en los últimos tiempos la situación de los ex combatientes mejoró notablemente, cuando se
realizó un relevamiento sociosanitario nacional de los que participamos de la guerra, para dar respuestas concretas y atender aquellos casos de alta vulnerabilidad.
A partir del 2004, el Estado otorga una pensión equivalente a tres jubilaciones mínimas.
 
Con la ayuda del ex presidente Néstor Kirchner, en septiembre del 2005 se estrenó el film Iluminados por el fuego. Sin dudas, contribuyó a abrir un debate
sobre lo ocurrido en Malvinas. Hasta ese momento poco o nada se sabía sobre los suicidios y los traumas de posguerra entre los soldados, y la película
realizada luego por Tristán Bauer mostró la cotidianidad de la guerra: el hambre, las torturas a soldados por sus propios jefes. Desde entonces se multiplicaron
las denuncias de los soldados sobre los malos tratos. Al margen de los errores tácticos y estratégicos que definieron la suerte de la guerra, lo que aparece
como inaudito son los injustificados malos tratos, las crueldades de algunos oficiales y suboficiales hacia sus soldados como los estaqueos durante horas
en la turba mojada, con temperaturas bajo cero. En su gran mayoría eran castigos por robar comida. El hambre dolía tanto como el frío austral.
 
El maltrato y la injusticia no fueron una circunstancia inevitable de la guerra, sino consecuencia de un tratamiento humano indigno.
 
Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, manifestó poco tiempo atrás su compromiso con la causa Malvinas y dijo: "El escarnio, el abandono, el valor de
estos conscriptos que con el pecho abierto al amor por la Patria fueron a defenderla pero indefensos. Nos concierne a todos los pobladores del país saber
que no es posible el olvido, que 28 años después la leyenda es un dolor abierto y que debemos saldar estas deudas".
 
Los ejes fundamentales de verdad, memoria y justicia que predominan en este bicentenario deben profundizarse en el caso de Malvinas para establecer la verdad
de lo ocurrido. Algo que la sociedad les debe a los caídos y a los que combatieron con dignidad en Malvinas. Debemos separar a aquellos que lucharon con
honor de quienes consideraban un acto de valentía estaquear a un soldado hambriento.
 
Necesitamos ganarle a nuestra propia guerra y recordar tanto a los que murieron en las islas como a los que volvieron y, como consecuencia de la indiferencia
y el olvido, se quitaron la vida.
 
Por la vida...
 
* Periodista y ex combatiente de Malvinas.

Cuando la ciencia ficción pasa a ser ciencia

SOCIEDAD
 › ANTHONY ATALA, EL HOMBRE QUE "CULTIVA" ORGANOS PARA TRASPLANTES O DIRECTAMENTE LOS "IMPRIME EN TRES DIMENSIONES"
 
 
 
Todavía sorprendido por lo visto y escuchado, Adrián Paenza cuenta la ponencia que más lo impresionó del TED-2011, realizado en California, el ciclo de
conferencias más requerido del mundo en el que se presentan los descubrimientos de frontera destinados a cambiar la vida tal como la conocemos. En ella
Anthony Atala, director del Instituto Wake Forest de Medicina Regenerativa, ofrece la información más actualizada sobre los avances en medicina regenerativa.
Además de explicar el proceso de cultivo de órganos, válvulas y tejidos por medio de la bioingeniería, también mostró (literalmente, todos los presentes
pudieron verlo) cómo se está utilizando la tecnología de impresión en tres dimensiones para la fabricación de partes del cuerpo, incluso cómo se puede
imprimir el tejido de la piel directamente sobre la herida del paciente.
 
 Por Adrián Paenza
 
¿En qué momento la ciencia ficción deja de serlo y pasa a ser ciencia? Es decir, con el advenimiento de las nuevas tecnologías, hay ciertas cosas que hoy
se han hecho costumbre y uno ya no les presta más atención, pero cuando yo nací, por ejemplo, no había televisión. Así de simple: ¡no había televisión!
Y si bien ya estoy mayor, no soy del siglo XIX. Las radios eran a válvulas, no había transistores y, por lo tanto, no había radios portátiles. Así que
nadie podía llevar radios a la cancha. Para hablar por teléfono desde la Capital a Berazategui, por ejemplo, había "demora". El lechero pasaba con un caballo
que tiraba de un carro (y yo nací en la Capital Federal, en Villa Crespo para más datos), conseguir una línea telefónica costaba 10.000 dólares, no se
podía conocer el sexo de un bebé que estaba a punto de nacer, la penicilina recién empezaba a ser utilizada, no había vacuna contra la polio, ni la Salk
ni la Sabin, no había tomografías computadas, ni resonancias magnéticas, ni ecografías, ni inyecciones peridurales. Ir al dentista era una tortura (¿ya
no?) y una operación de apéndice obligaba a una estadía en el hospital de una semana. Y, por supuesto, las computadoras personales no figuraban ni entre
los sueños de los más creativos.
 
Obviamente, la lista no pretende ser exhaustiva, ni mucho menos. De hecho, quienes idearon a Superman, si bien lo podían hacer volar, todavía necesitaban
hacerlo cambiar de ropa dentro de una cabina de un teléfono público para pasar de Clark Kent a superhéroe. ¿Por qué digo esto? Porque los autores del personaje
no pudieron desprenderse de la noción de que los teléfonos tenían que ser "alámbricos", y por lo tanto, aun en el futuro habríamos de necesitar cables
para establecer conexiones. Ni hablar entonces de teléfonos celulares, Blackberries o I-phones.
 
Igual, siempre hay y habrá un Ray Bradbury o un Theodore Sturgeon (sólo una preferencia personal) para mirar más allá. Independientemente de la evolución
que se produce en la "vida real", la ciencia ficción avanza a otro ritmo, se maneja con otras leyes.
 
Sin embargo, hay momentos en los que la ciencia de los humanos, la nuestra, la única que tenemos, alcanza a rozarla. No la alcanza, pero la "toca". Acompáñeme
por acá y le muestro un ejemplo.
 
Anthony Atala es un médico/investigador que lidera el Instituto de Medicina Regenerativa de la Universidad de Wake Forest, ubicada en Winston-Salem, en
Carolina del Norte. En el marco de las charlas TED que se realizan todos los años en Long Beach, Atala dio una conferencia de 18 minutos el 3 de marzo
de este año. Mientras lo escuchaba, junto a otras 1500 personas, pensaba que si no fuera en ese lugar, ante ese público, con las credenciales que garantizaban
credibilidad, yo hubiera imaginado que estaba escuchando a un fabulador o un embustero. Pero no, lo que decía era verdad.
 
Empezó así: "En el mundo hay una crisis enorme por la falta de órganos. Es un hecho que el hombre ahora vive más. La medicina ha hecho un esfuerzo para
lograrlo y así estamos ahora. Pero también es cierto que a medida que envejecemos, lo mismo sucede con nuestros órganos, que empiezan a fallar. Por lo
tanto, no hay suficientes órganos para transplantar y cubrir las necesidades de la gente. De hecho, en los últimos 10 años, el número de pacientes que
requieren órganos se ha duplicado, mientras que el número de trasplantes ha permanecido casi constante. Y es por eso que aparece en escena el campo de
la medicina regenerativa".
 
Acá, una pausa. Es obvio que yo soy un lego que sólo quiere compartir mi entusiasmo frente a lo que escuché. Pero lo que sigue –si se concreta tal como
está planteado– implicaría uno de los avances más fabulosos de los que se tiene memoria y permitiría resolver un problema crítico para la humanidad: la
producción artificial de órganos. Y con una tecnología revolucionaria.
 
Quiero contar acá sólo algunas de las técnicas que explicó Atala, pero prepárese, porque el primer impacto tiene que ver con la aparición de impresoras
tridimensionales. Sí, impresoras que no sólo imprimen sobre papel, sino que van reproduciendo un objeto (un hueso o una vejiga, por ejemplo) tal como usted
lo está imaginando mientras lo mira en la pantalla de una computadora. Estas impresoras generan una réplica en tres dimensiones de lo que uno tiene en
el monitor. Ciencia ficción, ¿no? No.
 
"Esto que ven acá es una impresora a tinta [1], de las que se usan habitualmente para imprimir sobre papel. La única diferencia es que ésta en lugar de
usar tinta, usa ¡células!"
 
Mientras tanto, en una pantalla gigante que cuelga sobre el escenario, se ve cómo el cabezal de la impresora va de un lado hacia otro para construir una
estructura. Le lleva aproximadamente 40 minutos hacerlo. Después, se produce un cambio de nivel, y ahora la impresora imprime una nueva capa un poco más
abajo que la anterior.
 
Atala sigue: "Una vez que la impresora termina con su tarea, uno retira el objeto que acaba de construir (un hueso en ese caso) y está en condiciones de
trasplantarlo a un paciente".
 
Antes de avanzar en la lectura, piense una vez más: no sólo se trata de imprimir en tres dimensiones, sino que estamos hablando de imprimir con células
en lugar de tinta, y produciendo un hueso que luego se implanta en una persona. En fin.
 
Sigue Atala: "Una tecnología más avanzada con la que estamos trabajando ahora es una nueva generación de impresoras más sofisticadas. Las estamos usando
para vencer el mayor desafío que tenemos: la creación de órganos sólidos. No sé si ustedes se detuvieron a pensar en esto, pero el 90 por ciento de los
pacientes que requieren un trasplante están en una lista aguardando un riñón. Mucha gente en el mundo muere a diario porque no hay suficientes donantes.
Por supuesto, replicar un riñón presenta otro tipo de desafíos: es un órgano más grande, vascularizado, requiere una red intrincada de vasos por los que
llega la sangre y hay un montón de células presentes también. Entonces, la estrategia en este caso es la siguiente: producimos una tomografía computada
del órgano a reemplazar y vamos 'capa por capa' usando una técnica que llamamos 'análisis de imágenes a través de morfometría computarizada' y reconstrucción
tridimensional para obtener una 'réplica' perfecta del riñón de la persona a trasplantar. Después, podemos usar rotaciones de 360 grados que nos permiten
analizarlas en profundidad, estudiar sus características volumétricas y luego tomar toda esta información y ponerla en un lenguaje que pueda ser impreso.
Vamos capa por capa, analizándolas a medida que avanzamos en el órgano, y eso nos permite efectivamente 'diseñar' o replicar el riñón del paciente".
 
Mientras Atala hablaba, una impresora que estaba ubicada detrás de él en el estrado efectuaba el proceso que él describía. Y siguió, mientras un colaborador
de su equipo, el Dr. Kang, le entregaba un objeto que depositaba en sus manos: "Lo que ustedes ven que yo estoy sosteniendo en mis manos (enguantadas)
es lo que estuvimos imprimiendo hoy antes de venir acá. Se trata de un riñón listo para ser trasplantado. Nos llevó siete horas producir la impresión".
 
Atala "juega" con el riñón artificial en sus manos. Parecía tener la consistencia que uno se imagina que tiene uno verdadero, aunque ciertamente yo no he
tenido riñones en mis manos últimamente.
 
En la pantalla se leía: "Estas estructuras renales (riñones) impresas acá son prototipos que están siendo estudiados experimentalmente y todavía faltan
algunos años para que puedan ser funcionales y utilizados en el uso clínico".
 
Me importa hacer fuerte hincapié en esto para no despertar una ilusión falsa en el hoy, acá y ahora. Intuyo que todo paciente que esté en diálisis o que
tenga un familiar/amigo que necesite un trasplante renal, debe estar pensando que se acaba de resolver el problema, y sólo se trata de "imprimir un riñón
y listo". Bueno, no es así. Y si bien esto es una bofetada para todos los que están en una perversa lista de espera, no deja de ser una noticia impactante
y muy prometedora.
 
El simple hecho de imaginar que uno puede imprimir ya en tres dimensiones sirve para producir una suerte de shock pero, combinado con un futuro mediato
que permita imprimir órganos que no requieran ni de células madres ni de clonación alguna, suena realmente a ciencia ficción. Pero ya no lo es tanto, porque
el hombre sigue sorprendiendo con su capacidad de avance sobre la naturaleza.
 
Si se trataba de encontrar "una" charla que lograra hacerme explotar la cabeza, la de Anthony Atala lo logró. Por eso, las discusiones sobre inversión en
ciencia y tecnología en un país no pueden ser abstractas. Cuanta más gente pueda acceder a las universidades públicas, más científicos habrá preparados
para producir ciencia básica y aplicada. Y cuantos más tengamos, estaremos mejor educados y mejor preparados para enfrentar los nuevos desafíos que implican,
entre otras cosas, prolongar la cantidad de años y la calidad de vida de una persona. No parece poca cosa.
 
(1) Aparecía en una pantalla gigante instalada detrás de él una impresora que no parecía tener nada particular ni distinto de la que usted o yo podríamos
tener en una casa u oficina.