lunes, 30 de mayo de 2011

Jóvenes rehenes del tabaquismo.

  Jóvenes rehenes del tabaquismo.
  
Lamentablemente, aunque ya no es novedad, sigue doliendo que sean los jóvenes los que encabecen cada vez con mayor frecuencia las estadísticas sobre la
población que fuma en la Argentina. Sobre todo son las chicas las que están fumando más. En la nota Jóvenes en busca de una noche perfecta, publicada en
este diario el 19 de marzo último, un estudio informaba que el 20,3% de las adolescentes y mujeres jóvenes encuestadas había mencionado el cigarrillo entre
los ingredientes esenciales para su ideal de diversión.
 
En nuestro país, varias ONG vienen alertando en los últimos años sobre este fenómeno: tres de cada diez chicos de entre 13 y 16 años ya han empezado a fumar,
con los consiguientes riesgos para la salud que esto les acarreará. Además, el sector joven es el preferido de la publicidad de cigarrillos, que están
presentes en los espectáculos o acontecimientos deportivos, para transformar el fumar en un elemento imprescindible de la vida moderna en esos contextos,
concebido como un valor de integración y no como lo que es en realidad: una posibilidad cierta de comprometer la salud general en el mediano y largo plazo.
 
Esta realidad no ha pasado inadvertida, decíamos, a numerosas ONG y asociaciones de padres que intentan, por separado o aunando esfuerzos, que no sólo la
sociedad se comprometa en su conjunto en extender la lucha contra el tabaquismo en general, sino que el Estado cumpla finalmente con su indelegable función
de proteger a todos los miembros de la comunidad, pero más cuando se trata de los chicos y jóvenes.
 
Sin embargo hay esperanzas de que, a mediados de mayo, se sancione definitivamente la ley de control antitabaco. En efecto, el martes 26 de abril, tres
comisiones de la Cámara de Diputados de la Argentina dieron dictamen favorable al proyecto de ley, que había sido aprobado en el Senado en agosto último.
Como se recordará, el proyecto prohíbe fumar en lugares públicos cerrados y la venta de cigarrillos a menores de 18 años, incluso si la compra fuera para
consumo de terceros. Restringe también la publicidad y exige severas advertencias sanitarias en cada paquete, como ocurre en otros países.
 
De todas maneras sigue siendo una responsabilidad común erradicar esta adicción que trae múltiples complicaciones para la salud física y psíquica de los
habitantes. La educación es, también en este caso, la base fundamental para crear conciencia desde el Estado hacia las familias y la escuela, y alentar
a los mayores a no consumir para servir de modelo de conducta a los más jóvenes.